Mayerling Y Otros Relatos by Alexander Lernet-holenia

Mayerling Y Otros Relatos by Alexander Lernet-holenia

autor:Alexander Lernet-holenia [Lernet-holenia, Alexander]
Format: epub
Tags: prose_contemporary
editor: www.papyrefb2.net


* * *

Poco después nos sentamos a la mesa.

Estaba dispuesta en una estancia contigua. Había, en realidad, dos mesas y en total éramos unos cuarenta o cincuenta comensales. La comida era cuidadísima y durante la misma reinó infinita alegría. Duró bastante rato y yo me pregunté si sucedería siempre igual. En este caso, los Szent-Kiraly debían haber gastado gran parte de sus riquezas ofreciendo banquetes.

Después de la cena se jugó y se bailó. Carlota y yo nos sentamos muy juntos en un diván para contemplar a los que bailaban.

—Explíqueme usted — dije finalmente—, cómo ha sido posible, en realidad, que usted estuviese fuera de la ciudad y que me reconociese.

Carlota no me respondió inmediatamente. Guardó silencio durante cierto tiempo, luego me miró fijamente y dijo:

—Las cosas sucedieron así porque yo le amo a usted.

Yo ya había notado que ella se interesaba por mí, pero lo cierto era que no estaba preparado para una declaración tan espontánea. Fue tal la impresión recibida que no supe hacer más que agacharme para ocultar mi desconcierto y murmurar:

—¡Perdón...!

—No pretenda usted que no lo sabe — me dijo Carlota sin ninguna cortedad.

—Señorita — conseguí tartamudear—. Desde luego usted me ha demostrado cierto interés. Pero yo no soñaba siquiera en semejante declaración. Y, en todo caso, tampoco explica lo que le he preguntado. En total nos conocemos desde hace seis u ocho horas; cuando llegué a la ciudad no nos habíamos visto nunca...

—Ya le dije al principio — arguyo Carlota — que le conocía desde hacía muchísimo tiempo.

—No es posible — exclamé—. Me dijo usted que le hablaron de mí... A mí también me hablaron de usted, pero tengo que confesarle que, a pesar de ello, no fue suficiente para que surgiera en mí un verdadero interés. Me mencionó también unas fotografías...

—Usted me está resultando muy especial — replicó Carlota—. Busca explicaciones a los sentimientos, como si pudiesen estudiarse al igual que cualquier determinación, como, por ejemplo, la de levantarse porque ya es hora, subir a un coche porque se tiene que ir a algún sitio, o comprar cualquier cosa porque a uno le gusta o la necesita. Los sentimientos no son determinaciones. Aquéllos nacen por sí solos. Le he dicho varias veces que lo conocía muy bien. Mis padres me contaron muchas cosas de usted que sabían a través de su madre. Y ésta, según usted asegura, también le habló de mí. Creo que incluso se llegó a proyectar un casamiento entre nosotros dos. O sea que no se ha ahorrado ningún esfuerzo para presentarnos a cada uno de nosotros bajo su mejor aspecto. Pero todo ello carece de importancia. Sólo sirvió para ponerme un par de fotografías en la mano, gracias a las cuales lo he reconocido. Igualmente me hubiese ocupado el pensamiento el hecho de que usted existiera aun cuando no hubiese logrado saber nada más de usted. Es posible que yo soñara asimismo con usted aun cuando usted no existiese en absoluto.



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